Restos fósiles de lémures de Egipto y Kenia sugieren un origen africano para el aye-aye de Madagascar
Un fósil de Propotto leakeyi, una extraña criatura hallada en Kenia que vivió hace unos 20 millones de años, ha hecho reconsiderar a los científicos la evolución temprana de los lémures, endémicos de Madagascar en la actualidad. Los hallazgos podrían reescribir la historia de cuándo y cómo llegaron estos primates a la isla.
El extraño lemur aye-aye de Madagascar (David Haring) |
El trabajo, que publica la revista Nature Communications, reexamina los restos fosilizados de Propotto y apunta a que no era un murciélago frugívoro como se pensaba, sino un pariente antiguo del aye-aye, el primate nocturno con dientes que constituye una de las primeras ramas del árbol genealógico del lémur. La reevaluación desafía la opinión tradicional de que las 100 especies de lémures actuales descienden de antepasados que llegaron a Madagascar en una sola ola hace más de 60 millones de años, convirtiéndose en los primeros mamíferos que colonizaron la isla.
En cambio, el estudio respalda la idea de que dos linajes de lémures se dividieron en África antes de llegar a Madagascar. Un linaje eventualmente desembocó en el aye-aye, y el otro en todos los demás lémures. En el continente africano ya no existe ninguno de estos grupos. Sus antepasados colonizaron Madagascar independientemente y millones de años más tarde de lo que se creía.
"Una implicación es que los lémures han tenido una historia evolutiva mucho menos extensa en Madagascar de lo que se pensaba anteriormente", apunta Erik Seiffert, profesor de anatomía en la Universidad del Sur de California y coautor del estudio. Cuando Propotto se describió por primera vez en la década de 1960, los expertos no se pusieron de acuerdo en su descripción ni de qué tipo de animal se trataba. No tenían mucho para dilucidarlo: solo tres huesos de la mandíbula inferior, cada uno de apenas dos centímetros y medio de largo, y un puñado de dientes de menos de tres milímetros de diámetro.
En busca de la identidad del fósil
En 1967, el paleontólogo George Gaylord Simpson inspeccionó los fragmentos y clasificó el espécimen como un miembro previamente desconocido de la familia Lorisidae, primates nocturnos con ojos enormes. Sin embargo, otro científico llamado Alan Walker analizó los resto finalmente convenció a Simpson de que los huesos pertenecían a un murciélago. Durante casi medio siglo, la identidad de la criatura parecía haberse resuelto, hasta 2016, cuando otro paleontólogo, el difunto Gregg Gunnell de la Universidad de Duke (EE UU), volvió a examinar el fósil.
Fósil de 'Propotto leakeyi', que vivió hace unos 20 millones de años en Kenia. Original ubicado en los Museos Nacionales de Kenia (Duke SMIF) |
A los ojos de Gunnell, las muelas recordaban más a un primate que a un murciélago. También notó el muñón de un diente frontal roto, apenas visible en la sección transversal, que habría sobresalido de su boca como una daga, un rasgo solo conocido en lemures aye-aye, los únicos primates vivos con dientes de roedor. "Gregg nos escribió y dijo: 'Dime que estoy loco'", cuenta Seiffert. Para verificar el lugar de Propotto en el árbol genealógico de los primates, en la División de Primates Fósiles de Duke analizaron más de 395 características anatómicas y 79 genes de 125 especies de mamíferos, vivos y extintos.
Con la ayuda de Doug Boyer, profesor asociado de antropología evolutiva de la misma universidad, el equipo compiló también imágenes de los molares inferiores de 42 grupos de mamíferos vivos y extintos, incluidos murciélagos, árboles y primates. Después, usaron un programa de ordenador para comparar la morfología de los dientes de Propotto con los de otros animales.
Los investigadores descubrieron que compartía una serie de características con un primate de dientes similares que vivió hace 34 millones de años en Egipto llamado Plesiopithecus, y que ambos eran parientes ancestrales del aye-aye.
El nuevo estudio propone que los antepasados de los aye-ayes se separaron del resto del árbol genealógico del lémur hace aproximadamente 40 millones de años, mientras todavía estaban en el continente africano, y los dos linajes resultantes no se separaron en su camino hacia Madagascar hasta más tarde.
Los hallazgos sugieren que llegaron al mismo tiempo que otros mamíferos, como los roedores, las mangostas malgaches y los animales con aspecto de erizo y musaraña llamados tenrecs. Las ranas, las serpientes y los lagartos pudieron haberse trasladado al mismo tiempo.
El bajo nivel del mar les permitió pasar sin saber nadar
Los lémures no pueden nadar, por lo que algunos científicos plantean la hipótesis de que las criaturas de pequeño cuerpo cruzaron el canal de 250 millas de ancho que se extiende entre África y Madagascar después de ser arrastrados al mar por alguna tormenta, aferrándose a ramas de árboles o esteras de vegetación flotantes antes de finalmente pisar tierra.
Pero si la llegada fue más reciente, habrían tenido que recorrer una distancia más corta, gracias a los niveles más bajos del mar, ya que la capa de hielo antártica era por entonces mucho más grande. "Es posible que los lémures no estuvieran en Madagascar hasta el Mioceno", hace tan solo 23 millones de años, indica Boyer. "Algunos de los niveles más bajos del mar coinciden con esa datación", añade Heritage.
De cualquier manera, "los fósiles nos dicen algo que nunca podríamos haber adivinado a partir de la evidencia del ADN sobre la historia de los lémures en Madagascar", concluye Boyer.
Noticia sacada de sinc
Referencia original:
Gunnell, G.F., Boyer, D.M., Friscia, A.R., Heritage, S., Manthi, F.K., Miller, E.R., Sallam, H.M., Simmons, N.B., Stevens, N.J. & Seiffert, E.R. 2018, "Fossil lemurs from Egypt and Kenya suggest an African origin for Madagascar’s aye-aye", Nature Communications, vol. 9, no. 1.
Referencia original:
Gunnell, G.F., Boyer, D.M., Friscia, A.R., Heritage, S., Manthi, F.K., Miller, E.R., Sallam, H.M., Simmons, N.B., Stevens, N.J. & Seiffert, E.R. 2018, "Fossil lemurs from Egypt and Kenya suggest an African origin for Madagascar’s aye-aye", Nature Communications, vol. 9, no. 1.
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